martes, 13 de noviembre de 2018

7ª reflexión: Lo mío son las ganas de sufrir.

O al menos así lo parece en una primera impresión. Me digo a mi misma que es solo una impresión, que realmente a nadie le gusta sufrir de a gratis y sin razón; intento convencerme de ello y, lo mas sorprendente, es que a veces funciona.

Luego tengo días como el de hoy y, en quince segundos, todos mis esfuerzos se van a la mierda. Vuelvo a preguntarme, ¿cuál es la necesidad? ¿Por qué sufrir de a gratis? Pienso en mi empleo anterior, en lo mucho que llegó a desagradarme... pero también lo mucho que llegué a apreciarlo a fuerzas de tener que hacerlo todos los días. Lo contrasto con lo que estoy viviendo ahora que, finalmente, me encuentro cursando la segunda maestría, en Québec y en francés, y me preguntó: ¿Cómo para qué?

¿Cual es el objetivo último de cursar una nueva maestría? ¿Acaso no renegué y abjuré de la vida académica hace un año? ¿Acaso no prometí que nunca mas me iba a dejar llevar por esa proto fascinación que la academia ejerció sobre mí por allá de 2012? ¿Acaso no aprendí nada en este año que estuve trabajando y no toqué un sólo libro de filosofía? ¿De donde, explícame, te vienen esas ganas de sufrir de a gratis? 

Todo eso me pregunto en momentos como esté, en los que mi voluntad de continuar con los estudios de verdad que se pone a juego. Supongo que en el fondo no son mas que ganas de ver el mundo arder, de mostrarle a alguien (¿a quién?) que en el fondo si soy capaz de sacar adelante un proyecto profesional de este calibre, que si puedo ser una académica... si eso es lo que quisiera llegar a ser. Tal vez esa necesidad de validación es lo que me empuja a continuar con este teatro. Vaya. El simple hecho de que piense mis esfuerzos académicos como un "teatro" revela bastante acerca de la fuerza de mis convicciones respecto a los mismos, ¿no crees?

miércoles, 22 de febrero de 2017

6ª Reflexión: La trampa de los finales felices

¿Por qué será que todos anhelamos tener una vida ideal? Ríos de tinta se han escrito sobre esto. ¿Qué es la felicidad? ¿en que consiste? ¿cómo alcanzarla? ¿es deseable alcanzarla? Personalmente creo que la clave de toda la reflexión reside en esta ultima pregunta: ¿qué tan deseable es alcanzar la felicidad?
Lo mas probable es que el 99.9% de la población mundial responda que es totalmente deseable. Es más, no sólo es deseable sino imperativo. Muchos pensarán que el hombre o mujer que no se asuma como feliz realmente no tiene razones para vivir pues la existencia ha de ser, ante todo, dichosa. ¿Qué otro sentido tendría vivir si no fuese así?  Ninguno, según la opinión común.

Pues bien, hoy siento que la opinión del 99.9% de la población mundial no aplica a mi caso. Hoy me he dado cuenta y he admitido abiertamente que no soy feliz. He pasado los últimos dos, casi tres meses luchando con esa sensación de que algo no está bien sin poder apuntar exactamente el qué. Hoy en la mañana me di cuenta. No soy feliz.

Mi existencia es miserable como jamás lo ha sido.

Acabo de salir del peor año de mi vida. Jamás en veintiséis años lo he pasado tan mal, ni cuando me acosaban en la prepa o cuando me quede sin amigos por dos semestres. Tampoco cuando tenía la autoestima por los suelos en mis primeros años de universidad, cuando me sentía mas insignificante que una bacteria. Es más, ni siquiera en mi infancia cuando mi madre no dejaba de recordarme lo gorda, fea y absolutamente estúpida que era. No. Jamás perdí la voluntad de seguir adelante como ahora; jamás había visto mis sueños destruidos, regados en el piso en el piso del baño como agua sucia. Jamás vi todo irse por la borda ante mis ojos. Jamás me imaginé que una mañana llegaría a preguntarme: «¿para qué levantarse hoy? ¿qué sentido tiene? ¿por qué no desaparecer ya?» y acto seguido aterrarme de tener estos pensamientos. Decirme a mi misma: «carajo, esta no soy yo ¿quién eres monstruo? ¿qué has hecho conmigo? ¿dónde estoy? ¿cómo salgo de aquí?». Y esto sucediendo diario. O casi a diario.

Hoy, el día que finalmente he aceptado lo miserable que soy, no puedo evitar preguntarme como llegue aquí.  No es la primera vez que lo pienso, mi mente ya ha reflexionado en varias ocasiones sobre ello llegando a varias conclusiones certeras, pero parciales. La primera fue contundente: llegué a Inglaterra con aspiraciones irreales que, cuando se vieron confrontadas con la durísima realidad, simplemente no se pudieron sostener. Como bien dijo Karina, ¿tienes idea de lo difícil que es ver tus sueños romperse? Ni siquiera puedo empezar a describirlo. Es tan fuerte, tan impactante que a veces la mejor solución para sobrellevarlo —que no superarlo— es simplemente no hablar de ello. No creo que un golpe así sea fácil de sobrellevar, es un duelo dificilísimo, mas duro que la muerte de un ser cercano por un simple hecho: se trata de la muerte de una parte de tu alma, un fragmento de tu ser. ¿Cómo coño superas eso?

Darme cuenta de que mis aspiraciones eran irreales fue horrible, la realización  se llevo mi autoestima y mi confianza en mis habilidades. Reprobé. Me costó el triple de trabajo pasar, hacer ensayos, medio mejorar. Quede traumada. Odié la academia, quise matar a alguien. Mi supervisor siempre me trató como si fuese una absoluta molestia con la que no valía la pena invertir un microsegundo de su valioso tiempo. Cuando quise hablar de esto con compañeros o amigos todos me respondieron con la tajante frase «así son las cosas». No lo pude creer ¿así son las cosas? ¿eso significa que tengo que apechugar y aceptar que no sirvo en absoluto? Matt me dijo lo siguiente «algún día quizás cambie» y yo le respondí, molesta «pero en lo que eso sucede, yo me jodo». Ya no dijo nada.

Tan solo de recordar esto la sangre me hierve, me cuesta muchísimo trabajo creer que la persona que dijo quererme haya podido decir semejantes estupideces. Sin embargo, las acepté como parte de  su personalidad pendeja hasta ahora me doy cuenta y me cerré a todo lo que tuviese que decir de ahí en adelante. A partir de ese momento la relación se fue a absoluto pique y ahora finalmente entiendo el porqué.

Sin embargo, a pesar de que me di cuenta de que mis aspiraciones eran irreales, cuando volví a casa me negué a pensar en ello, seguí creyendo que podía volver y hacer mi lucha, recuperar mi final feliz. No fue así. Mi supervisor me envío el correo asesino: «no creo que estés lista para un doctorado» o en otras palabras, ‘no eres capaz'. De acuerdo, para sus estándares no soy capaz, lo acepto. Mis habilidades no están a la altura de sus estudiantes pues no recibí la misma calidad en educación. ¿Pero eso debe mermar mi confianza? ¿Acaso no puedo superarme? Claro que puedo. Me ha costado mucho trabajo, dolores de cabeza, lágrimas y gritos aceptar que sus palabras no son destino. Si en ese entonces lo creía una especie de Dios, dictador de vidas, es porque estaba pensando en la lógica del final feliz.
El final feliz. Ese es el verdadero problema de todo esto.

La sociedad me ha programado para no aceptar mi tristeza, para no aceptar mis derrotas, para frustrarme y jalarme los cabellos si fracaso, para pensar que todo está perdido si no puedo. ¡Y no es así! De acuerdo, soy miserable. Ahora mismo podría gritarle al mundo que me siento morir y no quiero salir de la cama nunca más, que la vida en este instante no tiene sentido para mi. Lo haría gustosamente incluso si alguien me fuese a preguntar algo similar a: «ok. ¿qué quieres comer?» Si, tan banal como eso. De cualquier modo explotaría.

Sin embargo, sé que si alguien pudiese escucharme su reacción será de consternación y horror. De preocupación y miedo. Pensarán que estoy lista para suicidarme tirándome del balcón. No es así. El que mi vida sea miserable en este momento no implica de ninguna manera que vaya a acabar con ella. ¿Sabes porqué? Simplemente porque la tristeza es parte de la vida, es necesaria. Sin tristeza no puede haber felicidad, sin tristeza no hay plenitud. ¿Cómo demonios puedes salir del pozo si nunca has estado dentro en primer lugar? Es absurdo. Yo quiero salir del pozo, claro que sí, pero para hacerlo primero tengo que reconocer que estoy ahí y, mas importante aun, como es que llegue. Esa es la única manera en la que encontraré las herramientas para escalar.

¿En resumen? La felicidad eterna, al igual que los finales felices donde el príncipe azul te encuentra siempre, no existe. La vida no tiene dibujitos, no es color de rosa. La vida es dolorosa, está llena de tristeza, los momentos de felicidad son efímeros, contados. Por eso cuando llegan hay que aprovecharlos y vivirlos al máximo. Pero al igual que la felicidad debe vivirse plenamente, la tristeza también debe aceptarse, pues es lo que nos hace crecer y entender la vida, lo que nos hace apreciar los días soleados, a los amigos, a nuestros padres mientras los tenemos, los paisajes bonitos, la paz de un atardecer, la buena música, la buena comida, una buena noche de sueño y un lindo sueño, a nuestras mascotas, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, el amor de nuestras parejas y, en general, todos esos momentos bellos que hacen que, al final, todo el dolor  que implica el acto de vivir valga la pena.


jueves, 11 de agosto de 2016

5ª Reflexión: ¿Tesis en una semana?

Una semana. Es exactamente el tiempo que me queda para mi primer deadline, el 19 de agosto. Hasta ahora cuento con 8500 palabras en un inglés dudoso y sin muchas referencias. Sé, sin necesidad de releer todo, que de esas 8500 palabras solamente unas 3000 realmente valen la pena, lo demás es exposición y un friego de notas a pie.
No he acabado el primer capítulo. El actual estado de mi tesis puede describirse en los siguientes puntos

a) Un montón de exposición sobre la 'teoría del alma' platónica con un poco de enfásis en el término thymoeides, usualmente traducido como "alma concupisciva".
b) 8500 palabras de un inglés dudoso
c) UNA MENCIÓN  a Aristóteles
d) Montones de notas a pie sobre digresiones personales y ocasionalmente, referencias a literatura secundaria.
e) Tres subdivisiones internas: thymós en Homero, thymós en la República y thymós en Timeo. Aún me falta escribir a cuarta sección, thymós en las Leyes. Son otras 1000 palabras que en este momento veo imposible redactar porque mi cerebro esta atolondrado. 

Como es evidente, no estoy contenta con este primer capítulo. Se supone que debo de estar haciendo un micro análisis del empleo que Platón hace del término thymós en la República, Timeo y Leyes, sin embargo pienso que se ha convertido mas bien en un análisis 'de manual' acerca de la teoría del alma. Se me cuela la irrelevancia y por alguna extraña razón no soy capaz de evitarlo.

Ahora me queda una semana para entregar UN PRIMER BORRADOR de todo este asunto. ¿Por qué parece ser tan difícil? Bueno, admitiré que el idioma ha jugado un papel muy importante. Mi capacidad de redactar en inglés mejoro en este año, pero aún así no es top. Me cuesta mucho enfocarme y usar inglés fluido y estiloso. Mi redacción parece carecer de la suficiente confianza para expresar ideas complejas sin que se me vaya el tren en el intento. 

Otro problema es mi concentración. Honestamente, siempre he tenido problemas de atención pero nunca me había dado cuenta de que puedo llegar a alcanzar limítes realmente graves. En estos últimos dias me he pasado horas en internet leyendo artículos irrelevantes en lugar de estar trabajando. Creo que debería de aplicar la estrategia que Mateen me compartió anoche: escribir todo en español y luego preocuparme por la traduccion. Si, es lame, pero honestamente es la única manera de avanzar.

Sé que conforme pase el tiempo y agarre práctica será mas fácil escribir de manera fluida en inglés. Ahora que me encuentro en este bache me imagino que pasaría si soy aceptada en la universidad que quiero para el doctorado. En Montréal. Eso implicaría no sólo que no voy a poder usar el español, sino que voy a tener que pasar por un nuevo cambio de idioma, esta vez a francés. ATERRADOR. En otras palabras, va a ser como empezar de nuevo pero esta vez con francés. OMG

En fin. Procederé a hacer la última parte de este capítulo en español. En la noche lo areglaré formalmente, a ver que resulta. 

lunes, 13 de junio de 2016

4ª Reflexión: Como hacer una "tesis" en tres meses y no morir en elintento

Para mi la procastinación es un problema severo. Soy la reina de la procastinación, puedo tener mil asuntos pendientes pero aún así no los hago. No puedo explicar porque, simplemente mi psique me juega muy malas pasadas que no deberían de ser.

Lamentablemente tengo sólo tres meses para completar mi "tesis" de maestría. Son 15,000 palabras, aproximadamente cuarenta páginas, así que tesis en forma realmente no es. Mas bien, es un ensayo largo. De cualquier manera, esto cuenta para el 80% de la calificación y se supone que es la espina dorsal de nuestro grado de maestría. Además, considerando que reprobé una materia y que, si la paso será con un simple "pase", sin más pena y gloria, sacar una buena nota (por no decir, la mejor nota) es absolutamente fundamental.

Como se deduce de las anteriores razones, necesito escribir el mejor ensayo posible. Un ensayo como nunca jamás he escrito, meticuloso, terriblemente bien investigado, con tantas fuentes secundarias que maree, traducciones propias y, por supuesto, argumentos sofisticados. Todo un reto, ¿no?

El tema no es Eusebio, el tema no es algo que me desagrade al punto de querer ahorcar a alguien. No, al contrario. Estamos hablando de un ensayo acerca de las emociones en la Política de Aristóteles. Un ensayo que podría crear los fundamentos para aplicar la política a la actual situación de deshumanización de América Latina. Es, en resumen, un trabajo con posibilidades. Es un trabajo que vale la pena.

Y al mismo tiempo, es una oportunidad. Una oportunidad de demostrarle a los académicos ególatras que tengo el potencial de ser una investigadora seria, que tengo la capacidad de trabajar independientemente (porque a mi supervisor, le valgo madres) y que jamás antepondré mi ego a los problemas reales. Es también un chance de probar, en papel, que hay una posibilidad de aplicar los estudios antiguos al mundo actual y que no todo es academia y discusión muerta. Es una oportunidad de demostrar que, en efecto, soy una radicalilla. 
Todo en 15,000 palabras.

Así que para solucionar este gran dilema de la procastinación me veré obligada a crear un temido plan de trabajo. Así como sigo mi plan de entrenamiento, un plan de trabajo debe de sacarme del hoyo sí o sí. Y una buena manera de evitar irme por las ramas es anotar acá todo lo que haga cada día, así que, además de las reflexiones, usare esto como diario de trabajo. Porque vamos, mi vida necesita orden YA.

3ª Reflexión: Lo que realmente hace falta

De pronto lo he entendido todo. Ahora comprendo porque me siento así, tan deprimida, agotada y sin ganas de seguir con lo que en este punto me parece trabajo inútil: me falta mi casa. Tan sencillo y ridículo como eso. 

Honestamente, la cosa es más compleja que un simple "extraño a mi familia y extraño mi cama", va más allá. Para mi como para la mayoría de las personas, la casa representa el refugio personal. Es el lugar en el que, al final del día, llegas a esconderte. Literalmente. No importa que tan mala haya sido la jornada, siempre tendrás el aliciente de saber que, al final, llegarás a tu casa, donde te sentirás cómodo y tranquilo. Ahí te olvidarás del mundo de porquería que te espera afuera: la casa es tu fuerte, tu zona de confort que nadie invade. 

Eso es precisamente lo que perdí al mudarme acá.
Aun lo recuerdo perfectamente. Dos viernes del mes me aventuraba al D.F para ir a clases de griego. Tomaba el camión a Observatorio y de ahí el metro hasta Insurgentes sur. Hacía dos cambios, uno en Tacubaya y otro en Mixcoac. Nunca me gustó el metro pero sé que no hay muchas alternativas, manejar es un infierno y los taxis ni se diga. 

Como tiende a suceder, subirse al metro es una asunto de suerte. Algunas veces te toca lleno y sufres, otras va tan vacío que da la impresión de que no estás en la Ciudad de México. Observatorio, tanto la terminal como la estación de metro son particularmente horribles. Esta lleno de ambulantes y un perpetuo olor a aceite quemado, agua sucia, excreciones humanas y otros líquidos de dudosa procedencia impregna el aire. A cada paso que das algún ambulante quiere venderte algo, ya sea un boleto "en reventa" o tamales para el desayuno. 

Tacubaya es la típica estación de cambio, llena de hordas apresuradas. Personas de todo tipo y clases pero con un denominador común: cero cultura cívica. Jamás entenderán que el lado izquierdo de las escaleras eléctricas debe dejarse libre para permitir la bajada y lo bloquean todo. Si tienes prisa es mejor correr cual vil ladronzuelo en cuanto se abre la puerta del vagón, esperando evitar a las masas que salen al todas al mismo tiempo, formando un embudo imposible. 

Debo confesar que esta es una técnica que muchas veces me funciono perfecto. Salte señoras cargando bultos, noviecitos besuquéandose en la escalera, al típico oficinista que ya se le hizo tarde y por ende, nada le importa y, claro, a la bola de adolescentes que solo van haciendo bulla. Corrí escaleras abajo y escaleras arriba no solo en Tacubaya, sino también en Mixcoac, donde cabe mencionar, la distancia que te toma llegar del anden de la línea 9 al de la línea 12 es de temerse. 

Evidentemente, después de sufrir todo tipo de peripecias, tanto de ida como de vuelta, cuando finalmente llegaba a mi casa alrededor de las tres de la tarde sentía un alivio tremendo. Cuando me tocaba llegar por mi cuenta siempre me encontraba la casa vacía, así que aprovechaba para recostarme un rato mientras esperaba a que mi mama y mi hermana volviesen para comer.  

Aquellos minutos eran preciosos. Mi cuerpo se destensaba y mi mente lo dejaba ir todo. Miraba las paredes de mi recámara, la luz entrando por mis enormes ventanas, mis zapatos siempre tirados junto a la bicicleta de spinning o debajo del escritorio. Ocasionalmente Zafira me visitaba y se dormía un rato conmigo: cuando oía crujir la madera de la entrada sabia que la gata estaba en el cuarto. Minutos después saltaba a la cama, saludando con un maullido. Nos dormíamos tranquilamente. 
Me sabía en casa. 

Eso es precisamente lo que me falta aquí. Ese refugio, ese lugar al que sé que finalmente llegaré, en el que podré descansar después de un día terrible. Eso es lo que no tengo. Me di cuenta de ello ayer, mientras leía los comentarios de un blog sobre depresión. Uno de esos comentarios decía algo similar a esto "mucha gente se pregunta como puedes estar deprimido cuando lo tienes todo. Pero no se dan cuenta de que en realidad, no lo tienes todo. Te falta lo mas importante, una ilusión" ¡Que cierto es eso!

En realidad, mi vida hoy en día no es diferente a como lo era hace diez meses. Mis chances de conseguir un empleo eran tan inexistentes en ese entonces como lo son ahora, las posibilidades de crearme un nombre en la academia tan mínimas como ahora. Fundamentalmente, muy poco ha cambiado. He construido cosas, definitivamente, no todo es negatividad. Añadí dos presentaciones internacionales a mi CV. Quiero creer que eso va a contar para algo. 

¿Qué es entonces lo que me esta agotando y jugando con mi mente? Sencillo, el cansancio mental. Es un cansancio que no me puedo quitar porque simplemente no he encontrado el lugar que me proporcione las condiciones adecuadas para dejarlo ir. Ésta casa no es mi casa, es solo un inmueble viejo que se esta cayendo a pedazos. Ésta recámara no es mi recámara y nunca lo será, por más que la arregle y decore para que luzca mas o menos bien. O en otras palabras, esta casa, esta ciudad, no me dan la paz mental que mi maltrecha ciudad y mi auténtica casa si me dan.

Todo ese cansancio de meses, esa angustia, se ha ido acumulando sin que encuentre manera de sacarlos. Es por ello que me siento tan mal. Me esta jalando y no se como evitarlo. Supongo que tendré que ponerme creativa.

En fin, como todo en esta vida, es necesario entender que es lo que sucede y porque sucede para poder lidiar con ello. De cierta forma me alegra haberlo hecho, finalmente, después de meses. Es terrible saber que tantas cosas malas han pasado gracias a esto y que me encontré completamente sola ante un problema que ni siquiera comprendía; que de cierta manera sigo sin comprender del todo. Mas terrible aún es saber que lo único que recibí de personas que, supuestamente, están aquí para apoyarme, fue hostilidad y una profunda indiferencia. Eso, mas que dolerme, me irrita y me enoja. Es perturbador que existan individuos incapaces de mirar más allá de su propia comodidad o ego y prefieran sobajar o ignorar a alguien en lugar de preguntarle que va mal. 

Sin embargo, si algo he aprendido de esto es que Nietzsche tiene toda la razón en su máxima: "De la escuela de la guerra de la vida: lo que no me mata me fortalece". En efecto, esta no solo es una máxima. Es una enseñanza de vida. 

jueves, 2 de junio de 2016

2ª Reflexión: Reprobando.

Esa sensación brutal que te sobreviene cuando te confirman algo que ya sospechabas pero que, en el fondo, aún guardabas la esperanza de que no fuese cierto. 
Algo similar sucedió la semana pasada.
Me avisaron que reprobé una de mis materias y el mundo se vino encima. Lo digo de manera literal.
En ese momento no pensé en mi sino en todo lo que le ha costado a mi mamá que yo este aquí: el dinero, el esfuerzo, las esperanzas que ha puesto en mí. Todo eso se fue a la basura en tres mil seiscientas palabras. Por supuesto, la retroalimentación no fue nada amable, en pocas palabras el maestro me escupió en papel que el ensayo era terrible y no merecía la pena ni ser leído. En muchas cosas tiene razón pero en otras, no tanto. La redacción no era "illegible" y el hecho de que "sólo" haya puesto discisiete notas a pie de página no significa que no haya investigado lo suficiente. 
Pero bueno, ante el jucio académico nada se puede hacer, ahora me toca volver a escribirlo y esperar pasar la materia. No quiero nisiquiera pensar en las consecuencias de no alcanzar el pase, no me podré graduar con certficado de Maestría en Filosofía Antigua y eso es absolutamente inaceptable.

Todas las personas que han escuchado esta historia me miran con lástima, seguramente pensando que esta es mi "excusa" para justificar mi falta de esfuerzo y dedicación al trabajo. No lo es. Lo intenté, realmente lo hice. Es verdad que el viaje que hice a Roma no pudo haber sido mas inoportuno, me jodió toda la existencia y encima de todo acabé mas gastada que nunca. Carolina ni me lo agradeció y se la pasó enfuruñada conmigo porque no fui capaz de poner "buena cara" siempre. ¿Cómo podría haberlo hecho a sabiendas de que mi trabajo pendiente me esperaba aquí? Eusebio era mi ensayo más importante y lo arruiné magistralmente, ahora no puedo dejar de pensar en que sucederá con las otras tres materias que me faltan, ¿las pasaré? Dios mío, por favor, lo necesito. 

En este momento no sé que va a ser de mi vida después del 2 de septiembre. Es literal. Suena dramático, pero considerando como se han dado los hechos no es exagerado. Mi certificado de maestría peligra al igual que el plan de hacer otra maestría en filosofía política. Aparentemente la visa española solo puede ser tramitada en el país de origen (México en mi caso) o en el país de residencia, y no estoy muy segura de que la visa Tier 4 me dé el estaus de residente legal para tramirarla aquí.
Sí es así, si en efecto no puedo tramitar la visa, tendré que regresar a México. Y en ese  caso, ¿en que demonios voy a trabajar? ¿que diablos voy a hacer? Si de aquí no me llevo buenas referencias, ¿Como diablos pienso entrar a un buen programa de doctorado? ¿tramitar una beca? Toda mi vida se ve limitada por un error caguenge. ¿Acaso hay algo más horrible que eso?

Supongo que en estos casos es dónde aplica perfectamente la reflexión aristotélica: lo verdaderamente trágico siempre está en el yerro humano. 

martes, 10 de mayo de 2016

1ª Reflexión: En el inicio

Me acaba de entrar la nostalgia. Me dio por recordar aquella primera entrada que escribí en mi ahora extinto primer blog. Llevaba por nombre "cero y van tres". 
Al igual que este humilde espacio, surgió de la frustración escolar y del estrés. De la falta de amistades sólidas y de una persona con la cual realmente poderme desahogar a mis anchas. Años después la situación se repite, aunque ya no este en la prepa y el escenario sea totalmente diferente —sin compañeritos molestones, sin maestros inútiles, sin frustraciones de imagen— el estrés se mantiene. Y es que la vida y el tiempo no perdonan; las cosas realmente nunca cambian en el ámbito académico, parece que somos nosotros los que nos tenemos que adaptar o morir.

Por alguna extraña razón, cuando somos jóvenes tenemos la ridícula idea de que, al crecer, todo se arreglara mágicamente. Eso es lo que los adultos se la pasan pregonando: "ya crecerás" "no todo en la vida es así" "el mundo no se acaba". Y yo me pregunto, ¿acaso ninguno de ellos tiene memoria? Señores, el mundo sí que se acaba: vivir es complicado y doloroso; aunque crezca, nada cambiará mágicamente, el dolor no desaparecerá de un día para otro, sólo se transformará. La única diferencia fundamental entre los años jóvenes y la vida adulta es la actitud con la que te enfrentes a los malos tratos que el día a día te dé.

Trasladándolo al mundo académico, lo único que importa es tu habilidad para escribir más y mejores ensayos; cuanto menos tiempo te tome, mejor. Si en la prepa no podías escribir ni quinientas palabras en tres días, mas te vale que para cuando llegues al posgrado puedas producir cinco mil en una noche y en un idioma extranjero. 

¿Que más importa? La cantidad de páginas que puedas leer en una hora. Es aceptable que no pases de tres en la prepa (¿siquiera leías?), pero el posgrado exige mínimo veinticinco mas habilidades como lectura selectiva y toma de notas inteligentes. Agrega la preparación de presentaciones para tus clases, más horas de estudio independiente y, por supuesto, horas de encierro sistemático en la biblioteca haciendo investigación para la tesis. 

No es fácil y menos en una universidad que verdaderamente exija. Aún menos si nunca has sido el tipo de persona que sabe cómo organizar perfectamente su tiempo. Yo, lo reconozco, no lo soy.  Durante toda mi carrera no brillé precisamente por mi organización. Actualmente eso me esta jugando en contra.

No es mentira lo que dicen por ahí, entrar al mundo académico es difícil. Tratar con profesores que evidentemente son eminencias en su campo mientras que tu eres, literalmente, nadie, no es fácil. Quizá cuando ellos se formaron las cosas no eran tan difíciles, quizás no había tantos jóvenes interesados, quizás el área no era tan popular. Supongo que nunca lo sabremos. Lo importante es que las humanidades están actualmente sobresaturadas: por cada puesto libre cien o más doctores compitiendo. Candidatos con una preparación brillante, todos y cada uno de ellos. A estas alturas creo que realmente es cuestión de suerte pegarle al gusto del comité académico. 

Claramente este es un camino largo; yo no he recorrido ni la décima parte y ya me estoy muriendo. Ahora que lo pienso bien, no estoy muy segura de querer hacerlo. Nada me garantiza conseguir un trabajo y, honestamente, no deseo dejarme la vida en ello. Últimamente lo he estado reflexionando y decidí que simplemente no soy ese tipo de persona. Antes de los sueños de grandeza, quisiera contar con una fuente de ingresos que me permita llevar alimento a mi estómago. Así de sencillo.